Ser despedidos sin explicación ni razón alguna.
Ser madre aunque no queramos ni tengamos los medios ni la madurez necesarias.
Perder nuestro hogar a causa de la especulación y avaricia de las entidades bancarias.
Pagar dos veces por la misma atención sanitaria, cuando esta nos sea necesaria.
Olvidar a nuestros familiares, asesinados en la guerra civil.
Ser engañados y esquilmados por políticos corruptos.
Estudiar religión aunque no seamos creyentes.
Dedicar nuestros impuestos a “rescatar” a los bancos y cajas, hundidos por la mala gestión de sus directivos.
Que los policías que pagamos, nos apaleen si nos manifestamos y protestamos.
Recibir una educación de baratillo a causa de los recortes presupuestarios.
Es nuestra obligación:
Trabajar por sueldos de miseria en horarios interminables, dando gracias por ello a nuestro empleador.
Pagar las jubilaciones millonarias de nuestros empresarios.
Callar cuando no estemos de acuerdo con las arbitrarias actuaciones de nuestros jueces.
Sostener la educación privada de unos, aunque esto nos quite el dinero que se debería destinar a la pública de todos.
Emigrar como hicieron nuestros abuelos, si queremos desarrollar nuestra profesión con cierta dignidad.
Votar cada cuatro años y guardar silencio si se incumple, con desvergüenza, el programa político que elegimos.
Estar alegres, guapos y aseados, aunque sea necesario para ello, el privarnos de cubrir nuestras necesidades básicas, y así no llenar la calle de mendigos.
Festejar como idiotas los éxitos de nuestros insignes y súper millonarios deportistas de elite y olvidar así, nuestra penosa situación económica.
No mostrar nuestra indignación, para no ofender la vista y el oído de los más encumbrados y respetables compatriotas.
Construir con nuestro sudor y sangre un mundo más insolidario con los necesitados y más beneficioso para nuestros amados benefactores de la elite político-financiera.
Todos estos preceptos se resumen en dos:
Tenemos derecho a sufrir en silencio todo aquello que nos es dado graciosamente por quien nos hace el favor de dirigirnos con mano de hierro.
Es nuestra obligación no hacer demagogia quejándonos del trato de siervos que se nos impone.
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