La Wikipedia nos dice que: “La estadística es una ciencia que estudia la recolección, análisis e interpretación de datos, ya sea para ayudar en la toma de decisiones o para explicar condiciones regulares o irregulares de algún fenómeno o estudio aplicado, de ocurrencia en forma aleatoria o condicional.”
No hay duda de que a algunas disciplinas formales se les ha atribuido, con el paso del tiempo, el inmerecido calificativo de “ciencia”.
Aristóteles clasificaba el saber en tres naturalezas:
Teoría: Cuando se busca la verdad de las ideas, como formas y como sustancias. Este saber está constituido por las ciencias cuyo conocimiento está basado en el saber por el saber: Matemáticas, Física y Teología.
Praxis: El saber práctico encaminado al logro de un saber para guiar la conducta hacia una acción propiamente humana en cuanto racional: la Ética, la Política, la Económica y la Retórica.
Poiesis: Saber creador, saber poético, basado en la transformación técnica. Lo que hoy día englobaríamos en la creación artística, artesanía y la producción de bienes materiales.
Aunque desde Aristóteles, se han añadido infinidad de matices y precisiones, esta es básicamente una clasificación aun valida del saber.
Ética, política, economía entre otros conocimientos humanos son praxis, es decir disciplinas formales dirigidas a ordenar y/o experimentar comportamientos humanos. La ciencia es mucho más, es otra cosa.
A las anteriores disciplinas formales o pseudo ciencias se suma con especial descaro y determinación la estadística en su rama de estudio del comportamiento humano. Lejos de su posible utilidad como enumeración de conductas, comportamientos y opiniones tabuladas, en auxilio de las verdaderas ciencias, la estadística social, es utilizada como medio de influencia y manipulación sobre el ciudadano. Sondeos electorales, estudios de opinión, de mercado, encuestas, etc. son instrumentos usados con tremendo desparpajo, por políticos, empresarios, grupos de opinión y presión y gobiernos para dirigir y transformar la opinión pública en su beneficio.
Se dirá, que el mero trabajo técnico de recopilación de datos estadísticos esta libre, en si mismo de interés manipulador, y no es cierto. La forma de obtener esa información, de relacionar los datos obtenidos y finalmente de alcanzar las conclusiones, es fácilmente manipulable, y este comportamiento tramposo, en mayor o menor grado, es la norma habitual.
Estamos acostumbrados a los tremendos batacazos en las predicciones da las agencias de estudios en sus consultas electorales, a las conclusiones e informes sesgados utilizados para crear opinión pública en tal o cual orientación, a los “8 de cada 10” que avalan la supuesta calidad o beneficio de los productos publicitados, etc. Estos comportamientos han desprestigiado irreparablemente la credibilidad de estos irritantes y abusivos fabricantes de opinión.
Todo esto lo digo con el apoyo del 90% de los consultados, que me han dado la razón.
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