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Los
problemas de esta edad no corresponden a un estado menopáusico masculino. Tampoco se trata de una decadencia hormonal, puesto que los niveles van descendiendo lentamente a través de la vida, en un ciclo que comienza cerca de los 18 años de edad y que corresponde a la máxima potencia sexual del varón.
Las causas que provocan esta crisis son de diversa índole, el deseo de reconocimiento a tu trabajo de tantos años, la pérdida de los sueños juveniles y de las energías para conquistar el mundo, el recuerdo de las metas soñadas y proyectadas cuando sólo tenías 20 años.
Esta desazón llega cuando tienes una mayor capacidad de autocontrol, madurez, confianza en tí mismo, cuando no necesitas ya demostrarte nada.
Tratas de salir de esta situación, cambiando tu actitud y comportamiento, buscando aventuras rejuvenecedoras. Por desgracia, también es la edad en que aparecen con mayor frecuencia algunas enfermedades como la diabetes, la úlcera gastroduodenal, hipercolesterolemia, hipertensión arterial y la impotencia.
Engordas en exceso, te dices que por el estrés. Tus hijos han crecido y tienen intereses distintos. Te sientes desgastado, agotado, insignificante, envejecido y por primera vez ves a la muerte como algo que realmente existe, es decir,
te sientes absolutamente deprimido.
Lo más importante es tener en cuenta que se trata de un problema temporal y absolutamente superable, luego todo volverá a la normalidad.
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Le llaman
la crisis del cuarto de vida; te empiezas a sentir inseguro y te preguntas dónde estarás en un año o dos, pero luego te asustas al darte cuenta que apenas sabes donde estás ahora.
Te rompen el corazón y te preguntas como esa persona que amaste tanto te pudo hacer tanto daño. Por las noches te preguntas por qué no puedes conocer a alguien lo suficientemente interesante como para querer entenderla mejor. Parece como si todos tus amigos ya llevaran años de novios.
Tratas de empezar a entenderte a ti mismo, sobre lo que quieres y lo que no. A veces te sientes genial e invencible y otras… solo, con miedo y confundido.
De repente tratas de aferrarte al pasado, pero te das cuenta que el pasado cada vez se aleja más y que no hay otra opción que seguir avanzando. Te preocupas por el futuro.
A los veintitantos, querríamos volver a los 17-18.
Aunque nuestra cabeza sea un desbarajuste,
es la mejor época de nuestras vidas y no tenemos que desaprovecharla por culpa de nuestros miedos. Son los cimientos de nuestro futuro.