Historia de un inmediato futuro imperfecto.
Es nuestro aniversario, hace 27 años que estamos felizmente casados. Es un día trascendente y hemos decidido salir a comer. A ella le chiflan los “italianos”, yo soy más de comida oriental. Tras un corto cambio de impresiones y defensa de nuestras respectivas propuestas decidimos por unanimidad disfrutar de la “variada” comida italiana un año más.
Las cosas han cambiado en el Ristorante “Il Giardino di Siena” desde la ultima vez que comimos aqui. La carta parece contener lo mismo de siempre, pero hay algo nuevo. En la carta de la “imaginativa” y “variada” cocina italiana, han desaparecido los precios de sus manjares. Esta significativa ausencia nos pone a la defensiva, no es que seamos unos míseros pero nos tememos que la reveladora ausencia solo pueda ser debida a dos razones: un tranquilizador error de imprenta o la temible conversión de nuestro querido ristorante en uno de esos sitios a los que acuden solo gentes que no tiene por costumbre mirar los precios de lo que comen, “menuda horterada de paletos proletarios”, lo que sugiere un consiguiente ascenso revolucionario de precios.
Hacemos una seña al camarero que acude solicito a nuestra llamada,
“¿Han decidido que van a tomar los señores?” nos consulta sonriente.
“Vera tenemos una duda razonable antes de hacer nuestro pedido” le contesto con suavidad.
“¿Donde están los precios de los platos?” le inquiero. No parece sorprendido por nuestra pregunta e inclinándose hacia la carta abierta en mis manos señala unas pequeñas líneas en la parte posterior. Me ajusto las gafas de cerca y leo para mis adentros:
Los costes estarán sindicados a las variaciones continuas de los precios en los mercados correspondientes y serán los vigentes en el momento de abonar la cuenta.
Si el cliente así lo desea se le proporcionara una minuciosa aclaración pormenorizada de los costes alimentarios, energéticos y del servicio que repercuten en el precio final a la hora marcada, que por su complejidad y envergadura le será remitida en los próximos días a su domicilio por correo certificado.
Anonadado, aturdido e incapaz en ese momento de interpretar y comprender lo allí escrito, levanto la cabeza y le pido a mi pareja que por favor lea el epígrafe con detenimiento haciendo uso de su inestimable capacidad de análisis e intente si fuera posible, explicarme que coño nos quieren decir.
Tras unos interminables segundos de tensa espera, levanta la vista de la carta y haciendo un gesto de desconocimiento me contesta con un “Necesitaría un análisis más concienzudo para poder darte una opinión valida, amor mío”.
El camarero, antes de que podamos pedirle explicaciones, nos sugiere que hablemos con el “asesor financiero de sala” quien con toda seguridad podrá resolver nuestras dudas, se gira con rapidez y agilidad felina y se dirige hacia el “maître”.
A los pocos minutos se acerca un joven de unos 25 años, vestido con un impoluto traje oscuro con pajarita, que se presenta como la persona comisionada por la empresa para aclarar los posibles malentendidos sobre el nuevo sistema de facturación del ristorante.
Deposita sobre la mesa un tríptico con el titulo de “El mercado continuo: un nuevo y más eficaz sistema de fijación de precios al consumo.” “¿Creo que tienen algunas dudas que desean que les aclaremos?” nos pregunta sonriente. “La verdad es que si, tenemos algunas dudillas sobre cuales son los precios de este incomparable menú” le contesto. “Comprendo” dice con suficiencia, “ustedes quieren que les asesore sobre la incidencia de las ultimas medidas del Gobierno en materia de fijación de precios, sobre el coste de su colación en nuestro ristorante, ¿verdad?” “Verdad” respondo con prontitud.
“Bien pues entremos en materia. Soy licenciado en Economía y Master en Administración de Mercados Continuos. He sido contratado para hacer comprender a los comensales que así lo soliciten el sistema de facturación impuesto por la nueva legislación” comienza a decir con soltura. “Seré muy claro y conciso en mis explicación".
"El sistema se basa en una aplicación de los precios vigentes en el momento a los alimentos, servicios y costes energéticos que conllevan globalmente la adquisición, confección y prestación de nuestro exquisito menú”. “Continúe por favor” le pido con ansiedad. “Pongamos un ejemplo: nuestra afamada pasta se confecciona con la mejor sémola de trigo duro, cuyos precios se fijan en el mercado de Chicago, Illinois y por tanto su precio de facturación será el establecido en ese mismo momento, ni un euro más, ni un euro menos”. “Ya pero ¿eso no crea un poco de inseguridad en el comensal a la hora de poder elegir donde comer a un mejor precio?” le respondo con la intención de pillarlo. “Ni hablar caballero eso le garantiza el mejor precio posible del momento”.
“Le pondré otro ejemplo: el gas con el que cocinaremos su pedido viene de Rusia a través del gaseoducto del Bósforo, que es quien fija el precio en función de sus necesidades económicas y su política energética internacional. Nosotros le garantizamos que solo pagara el precio fijado en ese momento”. “Y aun más: el kilovatio consumido en nuestro local durante su estancia, se le facturara en función de cómo cotiza en ese mismo instante en el mercado mayorista, o pool, no le parece maravilloso”.
Miro a mi pareja con incredulidad y respondo con un “de verdad cree que es bueno para los clientes o nos engaña sabiendo que solo les beneficia a ustedes como especuladores finales”. “Tiene que ver el lado positivo,” contesta “su comida de hoy puede ser más barata que la de ayer, que será quizás más cara si viene mañana, no le entusiasma la aventura diaria de no saber cuanto le costara vivir hoy”. “Pues va a ser que no nos hace mucha gracia, será que somos de carácter placido y no nos entusiasman las sorpresas no deseadas”.
“Ya veo, pero déjeme que les proponga un ultimo paradigma: si decide degustar nuestra exquisita “Lasagna a la siciliana” usted abonara el precio de ese plato en función del salario medio interprofesional fijado para ese día a nuestros cocineros, menos el índice de crecimiento sostenido previsto en función de la volatilidad laboral medida minuto a minuto. El verdadero sueño de todo consumidor, ¿no le parece?”.
Silencio, abrumados por la cara dura del sujeto no supimos que decir. “Déjeme hacerle participe de una ultima maravilla neo economicista, ¿Qué puede haber más maravilloso que saber que pagara la carne que tome en función del mercado de reses de Oklahoma City alas 4 de la mañana hora española?”.
Como movidos por un resorte escondido nos levantamos casi al unísono y recogiendo nuestras pertenencias nos encaminamos hacia la puerta, mientras oíamos al fondo como nuestro aterrrador informante nos auguraba “seguro que cuando lo piensen mas sosegadamente verán las infinitas ventajas del sistema especulativo de mercado continuo, seguro que volverán y me darán las gracias por abrirles los ojos al brillante futuro que nos espera”.